Exquisita, provocativa, sombría, cruda, muy especial e injustamente ignorada. Estas son algunas de las palabras que permiten describir la fotografía japonesa, una de las historias más emocionantes y variadas. Incluso, sigue siendo desconocida para el público occidental en su mayor parte, ganando impulso cada vez mayor y recibiendo la atención que merece sólo en los últimos veinticinco años. La fotografía japonesa, con sus raíces en el daguerrotipo, no partió de la emulación del trabajo de fotógrafos extranjeros, sino que creo su propia línea conceptual y estética y nunca dejo de evolucionar. No muchos países pueden estar orgullosos de esa estética individual, y que abarca todos los géneros de la fotografía. Antes de los museos y galerías que surgieron en los años 80 y 90 las herramientas más importantes para la difusión del avance de la fotografía japonesa, fueron las tradicionales revistas de fotografía, como Asahi Camera o Camera Mainichi, que fueron claves para la escena fotográfica japonesa durante décadas. La evolución de la fotografía japonesa es realmente magnífica, presentando al país y al mundo un puñado de artistas que han ayudado a dar forma a una excepcional forma de expresión. Parte 1, Akiko Ikeda, Asako Narahashi, Chino Otsuka, Hiroshi Sugimoto, Kenro Izu, Kohei Yoshiyuki, Mariko Mori, Mitsuko Nagone.